Gran Tao

“El Gran Tao no tiene forma corporal, pues El es quien ha engendrado y nutrido el cielo y la tierra. El Gran Tao no tiene pasiones, pero El es la causa de las revoluciones del Sol y de la Luna. El Gran Tao no tiene nombre, pero es el que asegura el crecimiento y conservación de todas las cosas.”

Tal es el Dios manifestado como unidad; pero la dualidad aparece enseguida:

“El Tao (aparece bajo dos formas: el Puro y el Confuso) posee (las dos condiciones de) movimiento y reposo. El cielo es puro y la tierra es confusa; el cielo se mueve y la tierra está quieta. Lo masculino es puro y lo femenino es confuso; lo masculino se mueve y lo femenino está quieto. Lo radical (Pureza) desciende, y el producto (Confuso) se extiende en todo sentido, y así fueron engendradas todas las cosas.”

En el Tao Teh Ching, la doctrina tradicional sobre lo Inmanifestado y lo manifiesto se expresa claramente:

“El Tao que puede suceder no es el Tao eterno e inmutable. El nombre que puede ser nombrado no es el nombre eterno e inmutable. El que no tiene nombre es El que ha engendrado el cielo y la tierra; el que no posee nombre es la Madre de todas las cosas... Bajo estos dos aspectos es idéntico en realidad; pero a medida que el desarrollo se produce, recibe diferentes nombres. Al conjunto lo llamamos Misterio.”

Los que estudian la Cábala recordarán uno de los Nombres Divinos: “El Misterio oculto”. Más adelante leemos:

“Hubo algo indefinido y completo que vino a la existencia antes que el cielo y la tierra. Como Eso era tranquilo y sin forma, aislado y sin cambio, se extendió por todos sitios sin peligro (de ser agotado). Eso puede considerarse como la Madre de todas las cosas. Eso cuyo nombre ignoro, lo llamo el Tao. Haciendo un esfuerzo para darle un nombre, lo llamo el Grande. Eso Grande pasa (en un oleaje continuo). Pasando, Eso se aleja. Alejado, Eso vuelve.”

Es interesante encontrar aquí esta noción de fusión y reabsorción de la Vida-Una, noción tan familiar en la literatura inda. El versículo siguiente nos parece, por lo tanto, muy familiar:

“Todas las cosas bajo el cielo han salido de Eso considerado como existente (innominado). Esa existencia, ella mima ha salido de Eso considerado como no existente (e innominado).”

A fin de que el Universo pueda llegar a ser, lo Inmanifestado debe engendrar lo Único, de donde proceden la Dualidad y la Trinidad:

“El Tao produjo el Uno; el Uno produjo el Dos; el Dos produjo el tres; los Tres produjeron todas las cosas. Todas las cosas dejan tras sí la obscuridad (de donde han salido) y avanzan para abrazar la luz (de la que emergen) en tanto que se armonizan por el soplo de vida.”

El “Soplo del Espacio” estaría mejor traducido. Habiendo salido Todo de Eso, Eso existe en Todo:
“El Gran Tao penetra todas las cosas. Se le encuentra a la derecha y a la izquierda... envuelve todas las cosas como en un traje y no tiene la pretensión de dominarlas. Puede nombrarse en las cosas más pequeñas. Todas las cosas retornan (a su raíz y desaparecen) sin saber que es El quien preside su vuelta. Puede nombrarse en las cosas más grandes.”

Chwang-ze (400 a J.C.) en su exposición de enseñanzas antiguas, alude a las inteligencias espirituales procedentes del Tao:

“Tiene en sí mismo su raíz y razón de ser. Antes que hubiera cielo y tierra, en los más remotos tiempos, existía con toda seguridad. De El proviene la misteriosa existencia de los espíritus y la misteriosa existencia de Dios.”

Sigue una lista de los nombres de esas inteligencias. Como el papel preponderante que desempeñan tales seres en la religión china es muy conocido, creo inútil multiplicar las citas sobre el particular.
El hombre es considerado como una trinidad, y el Taoísmo, según Mr. Legge, reconoce en él, espíritu, inteligencia y cuerpo; división que aparece clara en el Clásico de la Pureza, cuando se dice que el hombre debe libertarse del deseo para unirse con el Único:

“El Espíritu del hombre ama la pureza, pero su pensamiento le trastorna. El pensamiento del hombre ama la tranquilidad, pero sus deseos le arrastran. Si pudiera deshacerse constantemente de sus deseos, su pensamiento se tranquilizaría. Si su pensamiento queda limpio, su espíritu se purifica. La razón por la cual los hombres son incapaces de llegar a ese estado, estriba en que no limpian su pensamiento ni abandonan sus deseos. Si el hombre llega a eximirse de sus deseos, cuando mira interiormente su pensamiento no es él; cuando exteriormente su cuerpo no es él; y cuando dirige sus ojos más lejos, hacia las cosas de fuera, nada hay de común entre ellas y él.”

Tras la enumeración de las etapas que conducen al estado de tranquilidad perfecta se pregunta:

“En ese estado de reposo independiente del lugar ocupado, ¿cómo puede surgir el deseo? Y cuando ningún deseo surge, entones nace la calma real y el verdadero reposo. Esta, calma real llega a ser una cualidad constante y responde (sin error) a las cosas exteriores. Ciertamente esa cualidad real y constante tiene en su posesión la naturaleza. En este reposo y tranquilidad constantes se encuentra la pureza y el reposo verdaderos. Quienquiera que posea esa absoluta pureza entra gradualmente en el (la inspiración del) verdadero Tao.”

Las palabras inspiración del, añadidas por el traductor, velan más bien que esclarecen el sentido; porque entrar en el Tao está conforme con la idea expresada y con lo que se dice en otras escrituras sagradas.
El Taoísmo insiste mucho en la abdicación del deseo. Un comentador del Clásico de la Pureza observa que la comprensión del Tao depende de la absoluta pureza, y que “la adquisición de esa pureza absoluta depende enteramente de la abdicación del Deseo; urgente lección práctica que surge de este tratado.”

“Siempre sin deseos hemos de hallarnos si queremos profundizar todo el misterio, pues poseídos por el deseo, sólo podremos conocer lo externo.”

No parece que la reencarnación se enseñara de modo que pudiera comprenderse, aunque se encuentran pasajes que implican una admisión tácita de la idea fundamental, considerando al ser a través de sucesivos nacimientos, así animales como humanos. Chwang-ze nos refiere la historia original e instructiva de un moribundo al que su amigo dice:

“El Creador es grande en verdad” ¿Qué hará de ti ahora? ¿Dónde te llevará? ¿Hará de ti el hígado de un ratón o la pata de un insecto? Szelai respondió: Dondequiera que un Padre diga a su hijo que vaya, al este, al oeste, al sur o al norte, el hijo obedece... He aquí un gran fundidor ocupado en fundir el metal. Si el metal se endereza de pronto (en el crisol) y dice “yo quiero ser un (espada parecida al) Moijsh”, el gran fundidor encontraría la cosa seguramente extraña. Pues del mismo modo, si una forma en camino de amoldarse gritara: “Yo quiero ser un hombre, quiero ser un hombre”, el Creador encontraría la cosa con toda seguridad sorprendente. Una vez comprendido que el cielo y la tierra no son sino un vasto crisol y el Creador un gran fundidor, ¿a qué parte podrá obligarnos ir que no nos convenga? Nacemos como de un sueño tranquilo y morimos en calmoso despertar.”

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