Los guerreros de Odin

Durante los primeros siglos de la llamada Era vikinga no hubo entre los vikingos ejércitos, en el sentido que damos a esta palabra, pero había una casta especial de guerreros profesionales, llamados berserkers, que combatían más salvajemente que los demás debido a que justo antes del combate entraban en éxtasis; esto les llevaba a un estado de ferocidad extrema, que anulaba cualquier sentido de peligro o consideración ajena a la destrucción.


La palabra berserker aun se utiliza para designar a alguien que se vuelve furioso, para unos quiere decir sin-camisa, por la costumbre que tenían de acudir a la batalla a pecho descubierto, y para otros es una derivación de piel de oso, por llevar de este material la capa con que se protegían del frío.

Se les atribuye la capacidad de que ningún arma podría morderlos. Esta inmunidad algunos la interpretan como que, en su estado de trance profundo, ni sentían las heridas que el enemigo pudiera inflingirles, se pintaban de negro e imponían el terror en la noche oscura, sólo dejaban de luchar cuando la vejez drena la sangre de su cuerpo.

El estado alterado de estos guerreros se denominaba berserkergang. Comenzaba antes de la batalla con un temblor y rechinar de dientes, mientras que la cara se les hinchaba y cambiaba de color. Después se ponían a aullar como animales salvajes, mordían el borde de sus escudos -en algunos casos también se desgarraban la ropa- y comenzaban a dar mamporros a diestro y siniestro con una fuerza descomunal, sin saber muchas veces distinguir entre amigos o enemigos. Podían estar combatiendo de la manera más feroz e incansablemente durante horas e incluso días.


Tras la batalla, el frenesí se esfumaba y su agotamiento se hacía palpable. Ese era el único momento en que se les podía vencer. En ciertas ocasiones, algunos llegaron a desplomarse totalmente deshidratados, muriendo aun sin haber recibido ninguna herida mortal. También se daban casos en que la victoria era demasiado rápida y los berserkers tenían que ponerse a dar espadazos contra árboles o rocas, hasta que el furor se apaciguaba. El emperador Constantino de Bizancio reclutó guerreros vikingos para su guardia personal (la Guardia Varega) y dejó escrito que ellos realizaban la "danza gótica" ataviados con pieles y máscaras de animales. Entiéndase la palabra gótica como de godos, ya que muchos de aquellos varegos procedían de la isla sueca de Gotland, Tierra de los Godos.

Cuando los reyes vikingos fueron adquiriendo más poder -anulando en la medida de lo posible la forma de vida tradicional de los hombres libres-, buscaron a berserkers como protección. Estos se sentían especialmente a gusto al lado de una figura real asociada con Odín. El nombre de ese dios, tanto en su forma escadinava (Odín) como germánica (Wotan) o sajona (Woden) significa furia. Y es que, aunque el dios oficial vikingo de la guerra era Tyr y su runa se grababa en la hoja de las espadas, los berserkers se dedicaban por completo a Odín. Ambas deidades compartían algunas cualidades, como la de metamorfosearse en animales o alcanzar la inmunidad ante las armas del enemigo. Por eso se piensa que los berserkers fueran una especie de iniciados en un culto especial y secreto a Odín. Este dios repartía sus simpatías divinas por igual entre los poetas, los brujos y los guerreros. Y, de entre los guerreros, a algunos otorgaba el Od o Berserk (furia desenfrenada) tocándolos con la punta de su lanza. Si estos caían en el combate, tenían un puesto asegurado en el Valhalla, junto a los einherjar, aquellos valerosos guerreros que habían merecido un puesto junto a su dios. Y en el Valhalla, tras ser transportados por las valkyrias en sus caballos alados, esperarían para defender a los dioses del ataque de los gigantes (seres primordiales del universo) cuando llegase el Ragnarok (el fin de los tiempos).


Aunque no ha llegado hasta nosotros ningún texto que resulte explícito al respecto, se piensa que el estado furioso de los berserkers estaba directamente relacionado con la ingestión de hongos (Amanita muscaria). Alguna vieja leyenda decía que cuando galopaba Odín sobre su caballo Sleipner, de la boca de este caía una espuma roja, que al llegar al suelo se transformaba en estos hongos. La Amanita muscaria prolifera especialmente entre los bosques de abedules, muy numerosos en la Europa nórdica. Tiene una gran toxicidad (muscarina), por lo que en muchos lugares se le ha rodeado de tabús o nombres que inducen a evitarlo; esto se hizo seguramente para impedir que lo consumiesen quienes no estuvieran preparados para una prueba "mística", ya que este hongo proporciona ciertos estados alterados de consciencia.

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